Sally Mann retratando as nosas vidas (pasadas...)
O que vos digo... escrever en castelán é facer unha redacción para o colexio... aquí vai.
A
los doce.
Niñas
que podrían ser Lolita,/ que son Lolita y que son aún más
terribles. Expresiones adultas, sensuales y amenazantes. En su casa
de muñecas, muñecas ellas, tamaño natural, en el jardín de la
casa de papá y mamá, urbanización blanca, suburbio limpio,
sexualidad más que latente, latiendo.
A
veces dolor de mala vida, las que viven entre el barro.
Las
que se disfrazan de más adultas, o viven en un mundo de hombres que
sabemos salvaje durismo, por ejemplo la vaquera.
Mi
favorita quizás la niña que se pone una peluca, y camina cual
fantasma, por delantede un cuadro de guerra.
A
veces se acerca a Francesa Woodman a veces es Deborah Paauwe con
mucho menos atrezzo y sin color alguno, el blanco y negro de estas
fotografías tomadas con una vieja cámara de fuelle es antiguo, pero
los años en los que las ha retratado ocupan toda la década de los
ochenta.
Los
doce, esa edad en la que aún no somos ni hemos dejado de jugar. Los
doce de la naturaleza y los padres, la sexualidad y lo cotidiano
vivido como algo raro: la rutina empieza a aparecer, las épocas del
año junto con las estaciones empiezan a ser nuestras, no como antes,
en la niñez que perdemos todo contacto con el tiempo rreal y la
fiesta del pueblo, una vez al año ya no viene como una ola
esperadísima pero inesperada, si no que vislumbramos cuándo
aparecerá.
Los
chores nos empiezan a apretar, el blanco nos empieza a quedar mal,
sabemos cuándo olemos mal, que los animales sufren, que lo bueno es
bueno y lo malo es feo, que los amigos son lo más importante, pero
empezamos a entrever que dedicaremos toda nuestra vida a convertir
algo mucho más efímero en nuestro centro, y a negar su naturaleza
de muerte, y a derrochar toda nuestra energía en soñarlo. Es el
momento vital en el que aparecen el sexo y el amor, que tratamos de
ocultar con el disfraz, con nuestros pequeños juegos aún de niña,
con nuestro sexo imberbe, y nuestra soledad onanista /hedonista.
Los
ríos son grises, las casas en el árbol existirán para siempre en
nuestro recuerdo, la voz le cambará a él, nunca olvidaremos ese
verano.
Los
vaqueros nos reúnen con el deseo de ser como ellos, de saltar por el
río, de cabalagr como papá. De ser uno más, y como sólo ellos, de
pertenecer.
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