Tal vez no pueda expresarlo, pero he llegado a creer que Sófocles escribió Antígona sólo para que ninguna otra mujer tuviera que inmolarse desgarrada entre leyes y la piedad, que para que nadie más tuviera que morir por amor es que fue escrito Romeo y Julieta y ese testamento inconsolable que se llama Anna Karenina. Todos los grandes poemas de entonces, desde las primeras epopeyas hasta los estremecidos versos de la Carta a Telémaco de Joseph Brodsky, perfectamente pueden ser leídos como el intento más extremo y desesperado por erigir desde este lado del mundo, desde el rostro martillado de lo humano, una misericordia sin fin que nos preserve de los sufrimientos que esos poemas narran. No ha sido así, y la agonía del lenguaje carga también con la sentencia de esta derrota.
Raúl Zurita
Te permito que arrastres mi nombre por el lodo
Karenina a Vronski
You, Master of the plastered cracking sea,
Master of a natural disaster’s epiphany,
Master of coral, ash, cream, and river bream,
Master of the century,
Master of me.
Amber Tamblyn
Capitán Sangre,
yo soy tu proveedor de luz
es ahora
yo soy tu proveedor de luz
cuando empiezas
yo soy tu proveedor de luz
a desaparecer
yo soy tu proveedor de luz
te levantas
yo soy tu proveedor de luz
y vuelves
yo soy tu proveedor de luz
Lázaro irreal.
Yo soy tu proveedor de luz
Fénix, nievas ceniza.
Yo soy tu proveedor de luz
Tú eres
yo soy tu proveedor de luz
la nada.
yo soy tu proveedor de luz
Tú eres
yo soy tu proveedor de luz
el que me lleva.
Yo soy tu preveedor de luz
Tú eres
yo soy tu proveedor de luz
mi olvido profundo.
Velas por la historia trastlántica.
El infinito, ropa interior apurada.
Chile ya está en el mapa.
Adiós, Adiós. Gracias por la redención.
Sangre es amor.
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