fronteirizo*
[Foto miña]
Eslavo
ante los chopos de Castilla y
río
quechua del ladino Aragón […]
Mi patria es una lengua soñada en el asombro
Mi patria es una lengua soñada en el asombro
y
jamás entre rimas de estética octosílaba
Apártalo España y mételes por el rijo esos
Apártalo España y mételes por el rijo esos
zureos
sublimes de fingida transparencia.
Maurizio Medo
Lo que no encontrará aquí es
ese brillo que tradicionalmente sirve como anuncio que indica que estamos ante
un texto poético (y que es algo así como la voz que pide a los congregados que
se pongan en pie cuando entra la autoridad en el aula o en la iglesia). No es
un poema bruñido. Lo poético no lo es de forma convencional. Lo que lo hace tan
atractivo es, por el contrario, su extrañeza, su monstruosidad, la delirante
mixtura de un decir cholo. El texto se ensambla a base de una rara mezcla de
géneros, referencias y hablas (estas mismas chirriantes, chocantes,
contrapuestas) que recuerda en cierto modo esa bolsa de tela en la que –lo
recordaba Javier Rodríguez Marcos en un reciente obituario— Leopoldo María
Panero paseaba, entre cintas de Los Chicos y antologías de Emily Dickison, el
original mecanoescrito de sus libros. “No hay más poema, —escribe Medo— solo híbridos fragmentos, rizomas agonales
que rompen las fronteras”.
(...)
El escenario (lingüístico) en
el que se construye el retablo de Manicomio es, como decimos, el de la locura
encerrada en el psiquiátrico. Esto no es una novedad en poesía. Desde que fuese
expulsada de la república platónica la razón de los poetas estuvo avocada a la
búsqueda de un lugar de pertenencia y el manicomio, convertido en el espacio de
contención de lo sobrante de una sociedad cada vez menos tolerante con lo que
se oponía a la razón analítica, se convierte ya en el siglo XIX en un no-lugar
privilegiado para el mantenimiento de su denuncia y el despliegue de su plan
que, como en este libro (“No sé nada del can Kant ni del probo inútil Pascal”)
veta o expulsa a la razón que vetó o expulsó a la poesía.
Poesía y manicomio se han
convertido en palabras intercambiables en las poéticas más radicales de la
modernidad, más allá de factores biográficos o clínicos, precisamente porque
han sido internadas en el mismo espacio. Como nos recordó Luis Fernando Chueca
en la presentación en Lima de este libro, la nuestra es “Una sociedad que
procura dejar fuera (o dejar dentro, encerrados) aquellos impulsos, fuerzas,
chispazos que la subvierten o amenazan su marcos de funcionamiento habitual.”
La poesía se mira en la locura para comprender los motivos de su exclusión
(lógica y material); allí encuentra un lugar (real y metafórico) para la
articulación de su resistencia, hasta tal punto que ambas se equiparan en el
establecimiento de otras formas de dar sentido a una realidad cuya posibilidad
de afirmación pulverizan.
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