Abandoné los campos soleados de mi vida diaria y descendí al interior de la montaña hueca, y allí descubrí, en toda su gélida gloria, el castillo de cristal de mi otra vida. Podía ver a través de él y más allá. ¿Pero de qué me servía? Era perfecto, irreductible y sin valor alguno salvo por el hecho de que existía.
Texto: Mark STRAND, Casi invisible, Visor, Madrid, 2012
Imaxe: miña.
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