Bajo el agua, en busca de alguna anémona de mar, chapoteaba con las piernas bien abiertas. Anchos rayos de sol atravesaban el agua blanca y cálida. A pocos metros por debajo del nivel del mar, me encantaba mirar el cielo, aparecían prismas. Había unas caracolas grandes y de color pardo reposando entre las algas danzantes que se parecían a las lionesas de la pastelera. Perdidas entre los erizos, aparecían las bonitas anémonas de mar. Blancas, emplumadas, fantasmas agrupados en ramilletes, tendían sus tentáculos lechosos que se enrojecían en los extremos. Haciendo un gesto acuático con la mano, hacía que se agitasen para mi deleite.
Cada día cuando iba a bucear, una medusa fluorescente me seguía. Siempre era la misma, una pequeña de color azul con tentáculos oleosos. Era muy hermosa, con sus filamentos flotando como un velo de novia de encaje desgarrado. Era hermosa pero era también un coñazo ya que, aunque me hacía compañía, también me daba un poco de miedo. Una vez un banco de peces minúsculos y rayados pasó entre mis piernas y me asustó ligeramente. Retomé aliento y me serené subiendo a la superficie para después volver a sumergirme hacia el fondo [...]" >>> continuará...
Foto 1:siii, non é un paraugas! (atención á cor!); foto 2: a autora]
Jajaja!
ResponderEliminarQue siga, que siga, que yo sé cómo termina!
Viva las medusas!!
Viva M.A.L.A.S!!!