(Sobre William Burroughs)
En
el contexto de esta escritura laberíntica en la que corremos
el riesgo del extravío del autor perdido en el texto o por los
constantes y expansivos comentarios, estamos ante la idea del texto
como tejido en perpetuo urdimiento, como un tejido que se hace, se
traba a sí mismo y deshace al sujeto en su textura: una araña
tal que se disolvería ella misma en las secreciones
constructivas de su tela.
*
El lenguaje que utiliza está tan alejado de la norma académica como de las distintas jergas y dialectos marginales norteamericanos. Con frecuencia sazona su prosa con términos de invención propia, construcciones gramaticales imposibles o palabras desprovistas de significado pero cargadas de sonoridad. Por todo ello, puede considerarse la mayor parte de su obra como poesía en prosa, ya que su intención no está tanto en la narración como en la evocación de determinadas atmósferas y ambientes, así como estados psicológicos extremos (casi nunca sentimientos). Para este fin utiliza el lenguaje, destruyéndolo y recomponiéndolo a su gusto, siempre consciente de que se trata de un código rígido y obtuso que debe ser dinamitado y reprogramado, intentando utilizarlo como fin más que como medio de expresión, ya que esto último supondría dejarlo en el lugar que siempre ha ocupado y que le ha servido para llegar a un estado de momificación absoluta.
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