'Me acerqué más. En el fondo de la caja relumbraba algo. Y me agaché. Era el más bello bibelot de nieve que había visto nunca. Clásico. Una piedra negra, brillante y, dentro del vidrio, sumergido en nieve acuática, solamente la miniatura de un muñeco con bufanda, zanahoria y sombrero de copa, perfecto como una escultura de Fidias, sí, como un muñeco de nieve de mármol.
Juan Andrés García Román
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