E qué ben o pasamos!...
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La noche fucsia de Rizoma
Conciertos / Especiales
Una  avalancha de personas invade el escenario. Algunas llevan bigotes de  peluche rosa, otras parecen salidas de una revista de tendencias, él –un  chico con una buena barba- se ha disfrazado de ella esta noche. Bailan  sonrientes en un estado de trance líquido. Sudor, pogo en vertical,  guiños a lo extraño. Tres chicas de Londres aporrean sus instrumentos.  Son Trash Kit que respiran primitivismo mestizo reivindicando sus orígenes filipinos y africanos. Han venido a hacerte bailar travestidas de punk. Salta, grita, rompe. Con sus descargas adrenalínicas de dos minutos estas grrrls dinamitan géneros, género y convenciones. Te lo explican a través de sus influencias en el fanzine que se autoeditan: I Love my Guitar. En el escenario te desmontan con su inmediatez y compases rotos. Todas fuimos adolescentes saltando sobre el escenario.
Antes Halo Halo anunciaban el inicio de la fiesta de  los bichos raros. Pese a que comparten batería con el anterior grupo  (aquí cantante y banjo) y universo, Halo Halo dan un  paso atrás en la cadena evolutiva, aún más primitivas. En su música  predominan las melodías definidas por un esqueleto de punteado de banjo,  deshilachado por la percusión e hilado de nuevo por extraños juegos  vocales. El resultado de este collage, sin saber muy bien cómo, vuelve a ser punk. Otra vez puedes sentirte viendo a las Slits o las primeras Raincoats.
 “If it’s not your party, you don’t have to cry if you don’t want to…” porque en el Rizoma había alegría para todos.
Salto de cama comparten sus secretos de cama  interpretando canciones de campamento llenas de nostalgias de punto y  macramé. Si echabas de menos las guitarras eléctricas tu momento llegó  con el rock n’ roll de Greendogs. Cambio de registro pero no de intensidad, sucedió con Narwhall: sonidos electrónicos y percusiones desmembradas transformaron la gravedad verde del anterior grupo en amniótico humo.
A última hora el pop blandipoético de los afamados Hidrogenesse  rompió la pista del Rizoma, y nuestros pasos no pudieron más que perderse en el ñoño electropop de estos modernos, en el corazón del retiro.
A la salida del festival todas las caras eran de placer: ¡media sonrisa y complicidad!
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