Buscando info sobre esta foto colgada na RookieStyle, atopei este artigo que me parece ben traer ó meu caderno virtual. Que o desfrutedes! (o meu parágrafo favorito, o último, gozada!)
Cuando la práctica de la fotografía insiste tantas veces en el gran formato, en la imagen fuerte y en la complejidad técnica, reconforta encontrarse con una exposición de registro intimista cuyo proyecto se orienta hacia la meditación, la memoria lírica y el amor a las cosas pequeñas y al silencio. Una de esas muestras es la dedicada a presentar individualmente por primera vez en España la obra de Rinko Kawauchi (Singa, Japón, 1972), de la que ya conocimos algunas imágenes seductoras -sobre los orígenes de la vida- en una de las colectivas de PHotoEspaña 2006. Kawauchi es una fotógrafa que trabaja sobre ciclos temáticos, y en esta ocasión expone fotografías pertenecientes a la serie Utatane, título traducible por duermevela. Se trata de una denominación muy expresiva no sólo del carácter de estas obras, sino del conjunto de su producción, acusadamente autobiográfica, en que la artista mira e interpreta el universo doméstico y la comunidad familiar y local a la que se siente vinculada, desde un estado intermedio entre el ensueño y la vigilia. La expresión plástica de esa posición tan subjetiva queda plasmada en esa suerte de neblina o velo blanquecino que cae desmayadamente sobre sus imágenes.
Las claves estéticas, temáticas y las pertenecientes al sentimiento de la fotografía de Kawauchi están centradas en el recordatorio tierno, amoroso, de las experiencias de su infancia y primera juventud. Rinko insiste en explicar que “los hechos menudos del pasado me parecen centelleantes; y es que, en realidad, lo son. Sé que el tiempo discurre por igual para todos nosotros, y que la célula familiar está en plena mutación. Yo no puedo volver a aquella primera época de mi vida, pero crecí en un medio de personas adultas que me querían y me protegían, y ese recuerdo nunca se desvanecerá”. Confiesa que los primeros quince años de su vida fueron maravillosos, hasta que su numerosa familia se vio diezmada por la muerte y abierta a otros nuevos matrimonios y grupos. “A partir de entonces, resulta raro que podamos encontrarnos reunidos todos, salvo en el momento del año nuevo, en la fiesta budista de los muertos (Obon), y en los servicios conmemorativos de nuestros difuntos”. éste es el espíritu que da sentido inconfundible al relato lírico de Kawauchi, que ella va publicando asimismo en libros de fotos (editados por More, Foil, Fondation Cartier y ACT Sud), como los dedicados a las fiestas pirotécnicas de pueblos del Japón profundo (2001) y a la vida -en solitario- de un disminuido psíquico (2001), o los que recogen las series más recientes: Aila (2004), The eyes and the ears (2005), Cui cui (2005), estando ahora en proceso el ciclo Utatane.
Sobre esta selección, la artista nos comenta que le inquieta el que “a causa de las noticias siniestras que se difunden por todo el mundo, estamos acabando por no reparar en lo que pasa en la vida de cada día: cosas habituales, pequeños dramas, que no son importantes, pero que en absoluto carecen de importancia. No quiero olvidar hoy lo que hoy se suele olvidar”. Y nos propone imágenes de un rayito de luz transfigurando un rincón interior, o de un palomo muerto -con su gota de sangre- en medio de una acera, o la facticidad imponente de una rueda de coche pinchada, o el prodigio de las manos de muchos elevando un globo, o el cortejo aéreo de dos pájaros, o las manos de una anciana tejiendo su tarea, o los pies de un niño acercándose a un hormiguero como si se tratara -y es que se trata- del ombligo del mundo. Es decir, la poesía como fotografía. O viceversa.
[Fotos: Rinko Kawauchi]