Publicada en "Nayagua. Revista de poesía del Fundación Centro de Poesía José Hierro" nº 28, Junio 2018.
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DESGUACE POÉTICO
Este
es un libro tramposo, tramposo como una mujer.
Decía
Barbey D'Aurevilly allá por el siglo XIX que para los dandies como
para las mujeres 'parecer es ser'. He aquí la feminidad, puesta en
bandeja en una larga larga, como el tiempo de la tradición, mesa
familiar.
En
este texto la lectora, el lector de poesía asiste al después de una
última cena romántica, y realiza el mismo viaje que hacen los
restos orgánicos en el fregadero. Aquí, la poética
de Dolors Miquel enfoca el conflicto de los roles de
género en una pareja, y es así que el lector se convierte también
en un residuo humano, impelido a rodar y rodar hasta el centro del
sumidero, en un recorrido laberíntico que termina en el centro del
desagüe, aunque por veces se pierde lejos de este confinamiento a
otros paisajes, como lo hace también el hombre despojado al que la
voz poética amó y mató en una relación violenta y vertiginosa. El
texto hilvana fragmentos con filo de aguja, y hace confluir en la
lectura al lector arroyado, al amante muerto y a la narradora
ensoñada, transportándolos al fondo de las aguas sucias de la
desesperación.
Para
los que buscan una explicación cautelosamente racional, diré que
esta carta póstuma hechapoema es la crónica
de la muerte de un amor anunciada. Y es que no es posible la relación
sexual. Este hombre muerto, que le dió a la voz poética aborto y
dolor, pero también placer y qué pensar, agoniza en un escenario
antinatural, la cocina de la casa. Pero el simbolismo mortuorio del
libro conecta con la naturaleza porque ¿Acaso hay mejor lugar para
el combate entre la pulsión de vida y la pulsión de muerte de la
sentimentalidad?
Este
hondo y bello texto, luminoso a pesar de la presencia de cuerpos como
despojos, imágenes de cipreses tétricos y clamor de plañideras, es
todo él una reflexión categórica de sentires que llevaron a este
hombre a la muerte y a esta mujer a hablar de ella. Se despliegan
aquí numerosas imágenes que desangran enumeraciones de tipos de
muertes y tipos de muertos, y remiten al final de la vida a través
del canto de esta amante sin espera, ejecutora perjudicada.
Como
decía, el libro firmado por Miquel es tramposo, porque
tiene un título pop, un título sobre un material, un útil
colorido. Es verdad que el sintagma nominal que ordena el volumen 'el
guante de plástico rosa' no muestra acción, esto predispone ya a un
relato estático, a la asepsia del deseo de la muerte del otro.
El
campo semántico del guante de fregar nos lleva a un espacio cerrado,
como marcado está también el color rosa. ¿Será determinante para
la voz poética que esa segunda piel que protege del sangrado sea de
plástico en vez de goma para mostrar lo desechable? ¿Querrá
acercarnos al quirófano del hombre para alejarnos de la cocina de la
mujer? ¿Le interesará que se superponga la imagen de los 'guantes
de médico' para que prejuiciemos la disección del macho?
Interesante la duda sin resolver que plantea el título.
El
compendido de poemas que tenemos entre manos, propone un juego de
dicotomías que desafían alsentido a través del lenguaje, usado y
desguzado en catarsis. La palabra en este acontecimiento es blanca, y
sana y salva.
Hasta aquí el spoiler, pero lean lean este magnífico libro de la autora catalana, premiado con el LIV Premio de Poesía Ausiàs March de Gandía 2016 y traducido al castellano delicadamente por la poeta Miriam Reyes, en edición de Los libros de la Marisma. Porque la poesía tiene esta gran ventaja: lo que se cuenta no caduca, importa cómo se dice.
Ana Cibeira
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