Páxinas

martes, 10 de abril de 2012

_____________II.Jefferies y Thorvald



Es muy difícil para mí escribir esto porque tú ya me has contado lo que crees que podría pasar. Yo también me abalanzaría sobre el buzón, como lo he hecho con mi vecino de abajo, pero además lo googlearía.
Sí, ya lo sé, en la época en que tú datas tu vouyerismo no hay Internet, pero por eso mismo creo que lo tengo más difícil. También probaría a colarme en el edificio de enfrente, subiría las escaleras de madera, aunque está en la calle paralela me las imagino como las del edificio de mi amigo Martín en “La Palma”.
Pero allí la primera vez, me cacha un vecino.
Me ve subir, crujen los escalones barnizados y pum… me vuelvo a casa corriendo escaleras abajo, y por fin cuando llego al portal y cruzo la calle con la lengua fuera, a punto de estar a salvo! me topo con el vecino supuesto matón que me dice... Buenos días.
Esto sería abrumador, en momentos como estos desearía estar como Jeffreys en una silla de ruedas, de un apartamento redonde por el que pueda mirar y ocultarme hacia atrás en la sombra cuando él, este manstodonte que me saluda, se asoma enfrente.
En mi realidad no es enfrete, que vive abajo, por eso me he fabricado un periscopio de papel de aluminio, y he intentado bajarlo por la noche, como si del juego de la niña del primero se tratara, pero también este intento ha caído en vano porque no duerme.
De hecho esa es una de las bases de la sospecha. Ni de día ni de noche deja la casa. Un día me lo encontré yendo a por tabaco, pero poco más. Su niño llora y él le grita. A todas horas se desgañita. Sólo sabemos que "la sangre no llegará al río" cuando echa un fiti por la ventana, como él diría, fuma en silencio, a oscuras, antes de que el insomnio y como consecuencia los gritos y el berrinche del bebé, vuelvan.

Una vez volví a intentarlo. No te digo si me había tomado un brebaje para el valor, pero casi me atropella una bicicleta demasiado veloz a las once, venía hacia mí con su faro encendido, pero yo me quedé mirándolo, antes de echar una carrerita para evitar el atropello pensando en lo brillante de las gominolas, me encantan las luces de noche (cuando llueve sobre todo, brillan como las gomas de azúcar lo hacen al chuparlas, las luces a través del cristal se deshacen igual, y hasta el aire huele a dulcito esas tardes de lluvia donde en casa sólo nos esperan las lecturas y un chocolate caliente).  Como decía, corrí agitado, entré en el portal. Por suerte a la puerta le pasa lo que a la del mío, no se cierra a no ser que tires de ella, fuertemente hasta oir un golpe. Así pude entrar.

Pero tampoco tuve éxito. El vecino del balcón de enfrente me invitó a su casa al decirle que vivía en la misma calle, incluso antes de que me excusara conque estaba intentando averigüar si el tubo del aire acondicionado tenía una  fisura y se podía ver desde allí... Antes de que pudiera darme cuenta ya estaba en su salón. Desde allí podía ver perfectamente la casa del vecino sospechoso... 

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