mércores, 9 de decembro de 2015

Deriva



¿Por qué no me arrojo desde este acantilado en el que enferma de luna pasa horas acostada? 
Sé que estos días me ofrecen asesinato como único futuro. No sólo los dedos sigilosos del frío me alejan de la acción, haciéndome aceptar la hipócrita esperanza de que puede haber algún remedio. Como Macbeth, no dejo de recordar que yo soy su anfrititona. Es pues el desayuno de la mañana, más que la sangre futura, lo que me ordena una paciencia fatal. La naturaleza, ramera perpetua, distrae con lo inmediato. Semejante falacia vuelve mis ojos huidizos, y surcando la cosquilleante hierba, me arrastro de vuelta a mi cama. 

 Elisabeth Smart


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